Te acercaste, no porque quisieras saber de mí, te preocupaba mucho la hora, te note nervioso y ansioso, sin preguntarte que te pasaba o si podía ayudarte en algo, solo respondí a tu pregunta; -son las 11:19, dije. Sin decir gracias, volteaste a ver al bartender y pediste algo de beber. Te observe fijamente por un momento, es guapo pensé, me gustaron tus rastas, llevabas un banda sosteniéndolas, como para no dejarlas escapar, tus ojos son pequeños, no pude ver en ese momento el color, pero la forma los hacia quedar a la perfección en tu rostro, tenías la barba ya de varios días, pero en la barbilla colgaba más larga, lo cual te hacia ver como ese estereotipo de hombre que me llama la atención, tus labios pude notar que son pequeños, pero antojables, llevabas puesto una camisa a cuadros y un pantalón de mezclilla, volviendo a observarte de arriba a abajo, me dije: definitivamente es el hombre de mis sueños, hablando físicamente claro. De repente volteaste con esa mirada retadora, que no necesita palabras para decir: ¿qué me ves? Yo solo me dispuse a sonreírte, respondiste con una sonrisa y comenzaste la plática:
-¿Cómo te llamas?
-Carolina, respondí
-Mucho gusto, mi nombre es Martín.
Y así, con esas preguntas de cajón para empezar a conocer a alguien, estuvimos platicando por espacio de media hora, me dijiste que tienes 30 años, eres músico, te gustan los viajes, a la playa más que nada, que vives solo, que no tienes novia. Fue ahí cuando comenzaste a platicarme la historia del por qué estabas ahí y el porqué de tu nerviosismo...
Continuara...