domingo, 2 de junio de 2013

Confesión?

Algo indica que éste, es el adiós definitivo, por qué llegué a la conclusión, bueno, por el simple hecho que ésta vez no te hice ningún drama, no te envié ningún escrito, ni siquiera te dije adiós… Sumemos entonces todas éstas semanas en las que no has querido platicar conmigo, en las que ignoras mis mensajes, en las que me has tratado como si fuera cualquier otra persona, sí, todo indicaba que, sea lo que sea que tenemos, se está acabando.

Tratando de que nada acabe, antes de dormir, te envíe un mensaje citándote en un lugar neutral para poder conversar.

Llegó la hora de la cita y debo confesar que me encuentro nerviosa, te tengo por fin frente a mí y te recibo con un fuerte abrazo, ese tipo de abrazo que cada noche te enviaba al desearte buenas noches y dulces sueños.

-Vamos a tomar un café- Propusiste
Acepte tu propuesta con una sonrisa.

Empezamos la conversación con un tema común y corriente. Parecía que escuchaba todo lo que decías, pero en mi mente solo estaban las palabras que deseaba decirte, que deseaba confesarte. Trate de pausarlas un momento, de escuchar realmente lo que decías para poder seguirte en la conversación y no quedar con una tonta. De pronto noté que te ponías algo nervioso, guardaste un poco de silencio y me miraste fijamente, extendiste tu brazo y rozaste mi mejilla con las yemas de tus dedos –Me alegra que hayas propuesto esta salida- dijiste, mi corazón latió tan fuerte que lo sentí explotar por un momento, no pude evitar sonrojarme. Te mire a los ojos y sentí como mis palabras se quedaban atoradas una tras otra al querer decirte el motivo por el cual quería verte.

-Ya te extrañaba- Te escuche decir.

-Yo también te extrañaba- respondí.

Con tu mirada fija en mis ojos y tomándome de la mano, empezaste a hablar, no entendía lo que decías, sentía mi cuerpo helado al escuchar cada palabra, pues todo eso era la confesión que había esperado por mucho tiempo, si, por fin, y antes de hacerlo yo, me decías que extrañabas no solo a la amiga que representaba para ti, extrañabas a la mujer, que ocupaba la mayor parte de tus pensamientos, me pediste que no me asustara, que mi amistad era importante para ti, pero ya no podías, más bien, ya no querías solamente eso de mí, que me necesitabas como compañera, como cómplice, como algo más. Mis ojos se tornaron cristalinos por las lágrimas que querían brotar de felicidad, quise decirte que yo también sentía lo mismo, que estabas en mi mente en todo momento, pero antes de decir cualquier cosa, te acercaste e impediste con un beso que salieran las palabras de mi boca. Un beso, ese beso que esperé por mucho tiempo, que desee desde el momento que descubrí que estaba enamorada de mi mejor amigo. Qué sentía, quisiera poder expresar lo que sentía en ese momento, pero quien se pone a analizar los sentimientos cuando está recibiendo el beso del hombre al que desea. Salimos del lugar y nos fuimos al parque más cercano, sentados en una banca, platicamos, te conté como es que me di cuenta que estaba enamorada de ti, del por qué callé estos meses mis sentimientos, del miedo que sentía al ser rechazada, y así, te escuche también confesar los mismo miedos. Nuestro principal miedo, era perder la amistad, así que ese día, nuestro pacto fue no dejar la amistad de lado, dejar que el amor complementara esa amistad de tantos años, y no permitir que la desplace, como todo pacto, debe sellarse, nuestro sello fue un beso largo y sin final.

De repente desperté, con el celular en la mano, había dos mensajes, uno mío que decía: Quiero verte, puedes mañana en la tarde? Y otro tuyo respondiendo: No, estaré ocupado toda la semana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario